El juicio humano | Acacia Inversión
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El juicio humano

El juicio humano

El juicio consiste en formular estimaciones y evaluaciones lo más objetivas posible, y su dificultad crece exponencialmente con la intervención de numerosos sesgos psicológicos que desvirtúan el rigor del análisis.

Inconscientemente, tendemos a prestar más atención a los argumentos que refrendan nuestras propias ideas que a los que las cuestionan. Psicológicamente, cuesta mucho buscar la contradicción. La aprobación es mucho más cómoda. Si, además, los mercados parecen dar la razón a lo que uno piensa, entonces es sumamente complicado que se presten oídos a las críticas, ya que aquí está interviniendo uno de los sesgos más traicioneros para los inversores que intentan formarse un juicio, que no es otro que el sesgo de causalidad: si mi razonamiento me lleva a ser optimista sobre un activo financiero y, en efecto, este activo se revaloriza, entonces no hay duda de que mi razonamiento era correcto.

Craso error. El mercado puede perfectamente «confirmar» un razonamiento falso, porque puede moverse en la dirección esperada, pero por razones completamente diferentes de las contempladas. Si estoy convencido de que la bolsa va a subir porque la actividad económica se está acelerando, entonces un avance bursátil me «confirmará» que el crecimiento económico va por buen camino. Sin embargo, puede ocurrir también que las expectativas de intervención de los bancos centrales sean las causantes de las alzas de los mercados. Y si, animado por este primer éxito, sigo aplicando mi razonamiento erróneo, corro un gran riesgo de equivocarme mucho a la hora de prever la evolución de los mercados cuando se publiquen los próximos datos económicos. Por otro lado, observamos que estos errores de causalidad pueden dar pie a aciertos involuntarios.

Si hubiera pensado que Hillary Clinton se convertiría en presidenta de EE. UU. y que eso sería una buena noticia para los mercados, al contrario que la elección de Donald Trump, probablemente me habría posicionado al alza en los mercados. Varias semanas después de las elecciones, habría visto que mi juicio era doblemente erróneo: Hillary Clinton no salió elegida y la elección de Donald Trump fue positiva para los mercados, aunque esta doble equivocación me habría permitido obtener una buena rentabilidad.

El papel del azar

El azar tiene mala prensa, como es lógico, y no es un compañero muy fiable, pero conviene ser consciente de que incluso los éxitos más grandes incorporan casi siempre una dosis de azar. El éxito extraordinario de Sergei Brin y Larry Page al timón de Google se analiza legítimamente como el fruto de su genio visionario, aunque hay que recordar que, un año después de fundar su empresa, intentaron venderla por un millón de dólares y no lo consiguieron por falta de compradores.

El azar es probablemente el parámetro más subestimado en las rentabilidades de la inversión (excepto cuando uno es incapaz de asumir sus errores e invoca la mala suerte).

 

logo Carmignac articulo Didier Saint-Georges

 

Juzgar la rentabilidad únicamente a largo plazo

La suerte puede travestir fácilmente la realidad a lo largo de varios meses, incluso varios años, y convertir al inversor más irresponsable en un héroe de la gestión de activos. Por el contrario, a largo plazo, el azar y los golpes de suerte terminan equilibrándose y queda lo que verdaderamente pertenece a la calidad del juicio. Los mejores gestores tienen años malos y los peores tienen años muy buenos. La verdad se impone con el paso del tiempo.

He aquí una enseñanza crucial para la gestión de riesgos: es preciso determinar si el razonamiento está bien fundamentado y no contentarse con las primeras señales de confirmación.

No obstante, a la hora de tejer un razonamiento, el juicio podría verse nublado por un buen número de otros sesgos.

Filtrar el ruido

La volatilidad de un activo financiero depende muy a menudo del ruido, es decir, de un conjunto de datos que hay que aprender a obviar porque no transmiten información pertinente desde el punto de vista de la gestión de riesgos. Lo mismo cabe afirmar sobre infinidad de informaciones a las que el inversor, el analista o el gestor pueden tener acceso en todo momento, pero que es importante saber soslayar para evitar la trampa de alimentar el juicio con datos parasitarios. Además de los incesantes movimientos de los mercados, todos los días se conocen decenas de indicadores macroeconómicos en todos los grandes países del mundo (¡solo el Gobierno de EE. UU. publica estadísticas sobre 45.000 datos!), siempre se ofrecen cientos de datos para analizar el balance de una empresa y a cada instante se publican incontables opiniones, estudios, comentarios y análisis. Todos estos datos suelen incorporar algunas señales que merecen ser analizadas, pero la dificultad estriba en identificarlas en medio del ruido.

Algunas gestoras, sobre todo en EE. UU., han conseguido éxitos reseñables utilizando modelos matemáticos que, alimentados con ingentes cantidades de datos (los famosos Big Data), son capaces de identificar indicios útiles con suficiente fiabilidad (es decir, con una probabilidad lo suficientemente elevada). Sin embargo, el uso de estos modelos para la gestión de riesgos tiene sus limitaciones.

La estimación no es el punto fuerte de los ordenadores

Para ilustrar cómo se resuelve un problema mediante el cálculo, tomemos el sencillo ejemplo de la trayectoria de un frisbee. Haría falta una ecuación extremadamente compleja y recurrir a una importante potencia de cálculo para definir el movimiento que debería describir un ser humano para que, coronándolo con un salto final, se encuentre a la altura adecuada y en el momento adecuado con un frisbee enviado desde cierta distancia. Por el contrario, un ser humano dotado de una buena coordinación motora no necesitará enredarse en estos cálculos y conseguirá agarrar el frisbee en vuelo con facilidad.

A este respecto, cabe señalar que un perro también conseguirá realizar a la perfección el ejercicio del frisbee.

Pues lo mismo ocurre con la gestión financiera: el ejercicio del juicio puede desembocar en estimaciones lo suficientemente correctas como para que sean mucho más eficaces que unos cálculos muy precisos, pero equivocados.

Además, la identificación de información útil oculta en medio del ruido constituye un ámbito en el que el juicio humano puede obtener mejores resultados que las máquinas. No es un ejercicio fácil y requiere el uso de cualidades intelectuales que ofrecen la ventaja de poder reforzarse mediante la experiencia y la disciplina.

La experiencia y el conocimiento dan forma a la intuición

Un ajedrecista experimentado es capaz de identificar por una posición en el tablero los movimientos que merece la pena estudiar, en profundidad, frente a los que no tienen ningún potencial. No necesitará contemplar todos los movimientos técnicamente posibles. La eficacia de este juicio reposará en el reconocimiento de situaciones similares con posiciones ya observadas y en el recuerdo de los análisis realizados anteriormente y de las consecuencias derivadas de las estrategias elegidas. Hace falta un ordenador extremadamente capaz para competir con estas estimaciones mediante la potencia de cálculo.

Lo mismo ocurre en el ámbito de la economía y los mercados. Dos situaciones no son nunca exactamente iguales y la historia nunca se repite de forma idéntica, pero sí surgen esquemas comparables que permiten «intuir» (reconocer, en realidad, a veces de una forma que no es del todo consciente) patrones familiares. De este modo, un analista financiero experimentado que visita a un directivo de una empresa sabrá detectar los riesgos clave y plantear esas preguntas que son importantes atendiendo a las circunstancias o a lo que sospecha. Un gestor experimentado a menudo sabrá calibrar si un movimiento de mercado puede constituir un verdadero cambio de tendencia, o si probablemente no se trata más que de ruido. Sabrá en ese momento qué información complementaria necesita reunir para confirmar, o descartar, esta primera impresión. El ajedrecista hace lo mismo después de aplicar su experiencia para hacer una preselección eficaz de los posibles movimientos: realiza cálculos rigurosos para profundizar en cada opción seleccionada y formarse convicciones sólidas.

La intuición, o más bien el juicio intuitivo, constituye una de las armas del gestor de riesgos. No le libera de realizar análisis en profundidad, pero le permite limitar el riesgo de perderse entre el ruido o, peor aún, tomar una dirección equivocada. La experiencia coloca hitos en el camino del inversor sensato.

 


Con la sección “Porque no sabemos de todo” buscamos ofrecerles otras opiniones, las de grandes profesionales del sector de la inversión. Acacia Inversión se enorgullece de contar con las aportaciones de nuestros invitados y está muy agradecida por su colaboración, aunque debemos advertir que las opiniones que ellos expresan en sus artículos pueden no coincidir necesariamente con las de nuestro equipo. Algo que, en todo caso, es un motivo más de satisfacción pues muestra la absoluta libertad que queremos ofrecer a los invitados, en beneficio de nuestros clientes.

Didier Saint-Georges
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